Morrissey brilló desde la oscuridad en un show poderoso

El cantautor inglés Morrissey estremeció por tercera vez un escenario porteño al ofrecer anoche, ante 15.000 espectadores reunidos en el estadio GEBA, un show poderoso, oscuro y sin concesiones que resultó memorable.



Por Laura Ferré (Telam)


Toda la velada tuvo la impronta rebelde y firme que signa la obra del artista fundador de la ya mítica banda The Smiths, cuyos adeptos eternos -de todas las edades- poblaron el predio, enfundados en remeras estampadas con imágenes de aquella leyenda de los 80.


Su férrea convicción en contra de la matanza de animales y una clara posición con respecto a las Islas Malvinas fueron los únicos pasajes en que Morrissey se desprendió de un concepto hondo parido en el inspirado universo artístico que encarna.


“Todos sabemos que las Malvinas son argentinas”, aseguró después de pedir a la multitud "no culpen a los británicos por lo que decide el gobierno porque el gobierno, los gobiernos, nunca escuchan a la gente, a sus dolores”".


Al margen de estos apuntes, la propuesta artística quedó clara desde el principio de la velada: escasos recursos tecnológicos y gran entrega del artista y su obra, sin concesiones, una característica ya presente desde la elección de la telonera, la cantautora y tecladista estadounidense Kristeen Young, quien a fuerza de talento logró captar la atención de un público ansioso de reencontrarse con el creador.


La original cantante -con reminiscencias de Björk y Kate Bush- afrontó su set con la misma despojada estética de Morrissey: sólo un telón de fondo y la compañía de un sintetizador para un performance vocal que alcanzó agudos imposibles, casi dolorosos Luego de Young, el telón ofició de pantalla para una serie de videos curados por el mismo artista inglés que revelaron algunos de sus amores artísticos como Vincent Taylor, Nico, Sparks, Bridgitte Bardot -otra compañera de militancia en su cruzada contra la matanza de animales- y los New York Dolls.


El sonido de unas campanas, más el alarido grotesco de la drag queen Lypsinka proyectado en una pantalla, que se corrió para dar paso al saludo grupal de Morrissey y sus secuaces, marcó el comienzo apenas pasadas las 21, un gesto estético que instaló desde el vamos el enigmático juego con la identidad sexual de Moz, tan presente en sus letras.


La impecable camisa de Morrissey -prenda que se cambió más de una vez durante la función- contrastó con la inscripción “Odiamos a William y Kate” - en alusión a los tórtolos descendientes de la corona inglesa-, estampada sobre las remeras de los cinco poderosos músicos que integran su banda.


“"Soy una estrella”", ironizó antes de abrir el fuego con el tema “First Of The Gang To Die" del disco "You Are The Quarry" (2004), para encender al público que tampoco pudo dejar de saltar y corear con la vital aunque oscura "You Haved Kill Me".


Su voz siempre sonó impecable al igual que los instrumentos de sus músicos en un show cuya primera parte fue un mimo hacia la devoción de los fans con momentos gloriosos como el del primer cover de The Smiths, "There Is A Light That Never Goes Out", con el guitarrista Jesse Tobias reproduciendo aquellos punteos que el violero de aquella banda, Johnny Marr, hiciera famosos.


La segunda parte del recital reveló la oscuridad creciente de un repertorio de temas menos populares y lejos de buscar congraciarse con un público ya entregado desde el principio a sus encantos, ahondó en temas que le permitieron ganar la escena a la gestualidad dramática del artista.


La súplica amorosa presente en la ya devenida himno “Let me kiss you” cobró dramatismo cuando el cantante arrojo su camisa azul a la gente mientras miraba el cielo y cantaba algo así como la decisión de abrir el corazón al otro, aunque físicamente no genere atracción.


El poeta de los amores perdidos eligió proyectar una suerte de documental cruel sobre la matanza de animales, mientras regaló una versión estoica y enojada de su clásico “Meat is murder”, en lo que fue la única apelación a los recursos visuales, más allá de alguna que otra imagen de su cara como telón de fondo.


”"Agárrense los huevos y griten más duro para este hombre"”, vociferó desde el escenario Gustavo, el tecladista colombiano de Morrissey en una suerte de arenga para reflejar que desde lo más carnal procede el arte de este hombre ya canoso, cuyo jopo se extrañó, pero su aguda insolencia se mantuvo intacta.


La excitación del público pareció mermar frente a los temas de la segunda parte del espectáculo, aunque no así la conexión íntima que se establece con un artista que hace las palabras y los gestos su bandera de crítica.


Para el cierre, la angustia devino en rabia y tiñó los acordes de la versión de "How Soon Is Now", un famoso himno de los Smiths, editado originalmente en 1985, y que marcó el final del show, después de una hora y media de entrega sin estridencias y con gran compromiso.


Por suerte, hubo tiempo para que el cantante y los suyos regresaran al escenario y ofrecieran un único bis, "One Day Goodbye Will Be Farewell", en versión dolorosa y brillante, como Morrissey, quien en algún momento del concierto con que coronó su gira argentina, supo decir: "Estas canciones son como pedazos de mi corazón y hay muchos más”.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Compartir

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More